sábado, 9 de abril de 2011

Parque de la Constitución



Sucede algo raro... lo noto, quizá en los huesos... una sensación que me sube por los pies buscando mi pecho. Es el miedo. El miedo a caer de nuevo, a arriesgarme, a tirarme de cabeza sin preocupación ninguna para después ser espectador preferente de las propias consecuencias de mi estupidez.

Vuelve esa querida odiada maldición. Vuelve la ilusión, el inocente "¿cómo estás?", el ansia de llegar por fin... pero Fer, sabes muy bien cuál es la realidad. La realidad es que tuviste tu gran oportunidad, aprendiste y lo demostraste y aún así, cuando ya todo estaba preparado... cometiste aquel error. Perdiste el equilibrio que tanto perseguiste, la cabeza y el corazón funcionando sincronizadamente. Lo tiraste todo por la borda y el castigo que se te impuso lo conoces muy bien.

Sí, me autoimpuse un castigo, me privé de cosas, de lugares, de personas maravillosas... y todo por perder el norte justo cuando estaba todo perfecto.
El parque no lo podré volver a pisar hasta que alguien me encuentre una cura para este corazón apuntalado a duras penas. Y su reja me mira de un modo humillante... siempre. Por arriesgar la cordura, la perdí a ella; por querer amar de nuevo vivo el castigo de volver a perseguir siempre el perfecto equilibrio entre la razón y el corazón.

¿Pero qué ocurre cuando ya has llegado y no encuentras nada?
¿Qué pasa con lo que cada uno merece, con la justicia poética, el karma...?
Y ahora llega otra persona y noto que me quemo por dentro, que no puedo ser sincero porque me condenaría de nuevo al ridículo cuando lo que realmente deseo es calcinarme de deseo junto a ella. ¿Por qué no puede pasar? ¿Por qué no me puede pasar a mí?

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