martes, 10 de enero de 2012

IX: Epílogo de Andrea




Todos los días me acuerdo de ti.
¿Qué le voy a hacer? Tú no tienes la culpa
de esta paradoja matemática
de la nostalgia,
anhelo que asusta la vida,
canosa de pasar páginas,
mezcla de inocencia e ignorancia
de saberse vodevil de la sátira.
Y si los sueños valen más de veinte euros
yo te invito,
y te quedas con el cambio,
pues nada me haría más ilusión
que comprar las estrellas al cielo
y dejarlas en la yema de tus dedos.
Si te gusta,
y no lo entiendes,
recuérdame que nazca de nuevo
y así me podré explicar mejor.
No quiero dejar ni un cabo suelto.
Sé lo que estás pensando:
mi poesía es vulgar y evidente,
quizá porque así me educaron.
Me enseñaron a perseguir la belleza.
La encontré,
la hice pedazos.
Puedes pensar lo que quieras.
seguramente tendrás razón,
me quitaste todas las palabras
y la morfosintaxis que necesito
me la dejé en el caparazón.

1 comentario:

alkerme dijo...

Impecable declaración...
Saludos,